Esta mañana, los responsables del grupo editorial Vocento han decidido cerrar las ediciones de La Verdad y Las Provincias. El periodismo alicantino continúa desangrándose y parece que esta profesión sobrevive sin gotero de morfina. Los periodistas se van a la calle y, seguramente, el sentimiento de derrota es mayor en ellos que en todos los demás. Aunque sea algo tarde, hoy 23 de enero de 2017, es obligado hacer un alto en el camino.
Hay heridas que se vienen repitiendo. Son los despidos y prejubilaciones de otros compañeros que reciben la noticia entre malas y horrorosas formas. Las malas son las que no quitan el dolor y que, en alguna ocasión, he tenido que dar. Las horrorosas son las que te hieren hasta el punto de dejarte tambaleando. Y de nuevo, no hay morfina.
Sin quitarle mérito a Las Provincias de Alicante, la pérdida que siento como periodista es la escuela de La Verdad, el fiel rival del Información. En el recuerdo, unos pocos amigos. El alma se me sigue encogiendo cuando recuerdo a Pepe Picó y se me alegra cuando paso por el bulevar, cerca de su casa, donde íbamos a montar una churrería tras esperar horas y horas a que ‘El Gordo’ nos diera una noticia.
No es cuestión de personalizar, porque el estómago se me retuerce por un colectivo. El sentimiento de ahogo no es ciego, y quizás, al publicar, tampoco sea prudente; pero es real. Hoy los periodistas deberíamos aprender a ser más un colectivo profesional preocupado por nuestra reputación, pero no sé si este nuevo varapalo lo conseguirá.
Somos lo que comemos y comemos mucha “mierda” desde hace tiempo. La euforia de los gratuitos, de las siete cabeceras que llegamos a tener en 2001 en la capital se esfumaron. Se cerró la facultad de Periodismo del CEU en Elche. También se dio carpetazo a la Escuela de la Ciudad de la Luz. Para más alegría, se pegó un portazo a toda una radio televisión pública. Y por desgracia, se nos fueron unos cuantos plumillas y gráficos de los buenos y sólo nos solidarizamos.
En definitiva, seguimos noqueados, porque hemos sido insensibles a nuestra propia depreciación. Falta valor -y aquí, sin duda, me debo incluir- para transformar nuestras herramientas de trabajo en herramientas de prestigio. No se trata de escribir en El País, mira como su desangramiento interno le ha afectado y ellos tuvieron morfina a go-go durante muchos años.
Cualquier industria, cualquier sector, amenazado por la crisis se reirá de este post; porque no somos una profesión única. Ese también ha sido un mal común. Sin embargo, tiene tantos aspectos buenos que los descuidamos por falta de horas, por pereza. Creo que porque nunca pensamos en que todo se podría ir al carajo.
Parte de la historia de esta provincia se ha escrito en las páginas de La Verdad.Muchos sectores productivos y una infinidad de colectivos y asociaciones pierden desde hoy una voz. Quizás a ellos no les haga falta el gotero de morfina. Por favor, que alguien, que todos, salvemos a este enfermo llamado periodismo.