Por extraño que parezca, los buenos propósitos no son exclusivos del Año Nuevo, pero sí lo son los grandes y definitivos. Podrían llamarse también, mis primeras voluntades, porque la palabra deseo tiene algo de fascinación, tiene un plus, que no encaja con la idea de tener o deber hacer algo.
Vida saludable -y no sólo por la dieta-, vida solidaria, vida amable… Arranca el año y el “buenismo” nos lo auto enchufamos en vena como una primera dosis de otras tantas que llegarán o no. A mi me atrae este año, la idea de la INNOVACIÓN. Por edad, por salud, por Star Wars, por Doctor en Alaska, por experiencia, porque el cuerpo me lo pide … en resumen, que si la vida me da tiempo, me lo tomo para darle a mi cerebro alicientes que me permitan dibujar esa sonrisa maliciosa de satisfacción. Así cumpliré con un buen propósito: crear pensando en las necesidades de este sector en el que me muevo, el de los seres humanos.
Aviso: quédense tranquilos los matemáticos, físicos, químicos y los del Hormiguero, lo mío es mucho más de andar por casa.