El cambio climático nos está enseñando a fuerza de fenómeno atmosférico a ser humildes. Frente a los negacionistas, la naturaleza nos enseña, poderosamente, su fuerza y su ‘quejío’. ¿Hacemos lo suficiente por nuestro planeta? Es evidente que no y que la responsabilidad de cada uno está aún lejos de conseguir un estándar mínimo.
En la provincia de Alicante, donde vivo, estamos a mucha distancia de una recogida selectiva de residuos o de un adecuado tratamiento. A todos se nos atraganta el recibo de basura y sí, creo en la didáctica de las tasas, una que desapareció hace años. Recuerdo el intento que hizo la Conselleria de Sanidad por entregar a los pacientes un documento a modo de factura, para que supiéramos que cada vez que entramos por la puerta de Urgencia empieza a correr el tiempo de unos pocos y el dinero de todos.
Ahora que las olas de calor y las de incendios nos azotan por media España, Europa y mundo, tenemos una enésima oportunidad de recalcular y reconducir. La pandemia produjo ese efecto a priori. No llevo la cuenta de replanteamientos vitales en mi entorno, pero una vuelta de tuerca sí nos ha dado el bicho que nos obligó a encerrarnos y a estar aislados.
Así que, como con la covid, la ola de calor la viviremos, en una primera fase, como podamos. Aislados si hace falta. En una segunda, que vendrá en septiembre, reconociendo que no podemos seguir de esta manera y que hay que hacer algo. Y en la tercera, como nos pasa ahora con la covid, decidiremos dejarlo para la próxima ola de calor. Será como llevar mascarilla en el transporte público y saber que cada vez hay más positivos o, a veces, hasta muertes. Pero no las oiremos, como no veremos las llamas.
Tengamos en paz la ola de calor que será la mejor. Quizás la próxima la tengamos con sentido común.