Le he echado un vistazo a los periódicos tras el día de Elecciones Generales, porque, es cierto, ayer me fui a dormir sin saber quién será el próximo presidente. Y ahí está la primera sensación de cambio. Un cambio que se lee complejo y repleto de trabas. Pero me aferro al optimismo como síntoma de recuperación, de capacidad de diálogo y de avanzar.
Quizás hoy nuestro gobernantes tendrán que dejar de pensar como si estuvieran dirigiendo una gran empresa y empezaran a hacerlo de una pyme -cuatro lo son- o una micropyme. Tendrán que poner sus soluciones encima de la mesa y defenderlas cara a cara, sin el escudo del Consejo, y con la incomodidad que produce tener a tu lado a quien no quieres para tomar una caña.
Lo bueno es que sólo tardaremos dos meses en conocer la respuesta. Algo de humildad en Navidad no vendrá mal y como dice un profesor del Master, veremos quien es proactivo y construye y quien se sienta a ver el funeral.