

La revista de la OCU revelaba hace meses que uno de los supermercados más baratos de España es el Consum de mi barrio. ¡Vaya qué suerte! La verdad es que la variedad de productos y marcas es una de las razones por las que iba hasta ahora. El reportaje de la OCU le reportó una buena publicidad que no sé si se ha traducido en ventas, pero, desde mi papel de consumidores, me parecía que todo estaba en consonancia.
Un mes más tarde, este supermercado ha entrado de lleno en la implantación de una marca blanca con el mismo nombre, dando a la marca una nueva dimensión y empezando una nueva trayectoria que no sé donde les llevará. Al fin y al cabo, la competencia está un par de pisos más arriba y vive en un ático de la calle Hacendado. Así que mi gozo en un pozo con la variedad y planteándome llevarme las gafas para la presbicia para poder leer las etiquetas por curiosidad.
¿Misma calidad, menos, más? Diferente. Echo de menos los yogures, pero me he reencontrado con la leche sin lactosa. Y ahora que he contado estas intimidades, me he acordado de todo el mundo que nos enseñó David RuedaAbrir en una ventana nueva sobre alimentación en el Master de Marketing. Me encantaría adelantarme en el tiempo y ver los resultados de ventas de Consum. ¿Será efectiva la apuesta? ¿Subirá el ticket medio de compra? ¿Perderá clientes?
Esta realidad de mi cotidianidad me ha recordado a la voz de los dobladores, porque ¿acaso las marcas blancas no son voces de otros? El doblaje nos ha convertido en torpes y vagos escuchadores del cine o podemos imaginarnos a Harry El Sucio, Mufasa o Darth Vader sin la voz de Constantino Romero. El caso es que en un mundo pro transparencia no estaría mal que las grandes cadenas de alimentación mirarán a sus clientes con la inteligencia que nos merecemos y colgaran en su web quién hay tras el personaje, porque nos perdemos mucha información sin los matices de la propia lengua, sin los brillos de la voz.
Amén las estrategias, amén las marcas.