

Ayer el Diario Oficial de la Generalitat Valenciana hacía público el acuerdo por el que el Consell renuncia a la adjudicación de 31 licencias de radio. Y no es que dejemos de oír nuestras cadenas habituales, es que no dejaremos de oír las otras 27.000 que se pueden sintonizar con total facilidad.
El limbo parece ser el estado natural de las radios alicantinas. Lástima que el pub Limbo que había en el Paseíto Ramiro ya no exista porque podría ser sede de reiteradas alegalidades.
La verdad es que tiene su miga leer el decreto. En primer lugar, porque hay todo un rosario de acuerdo y reuniones que no llegaron a ningún puerto. Segundo, porque los que hemos convivido con esta situación sabemos que es una maraña en la que ser legal resulta caro; alegal, depende a lo que te dediques e ilegal, muy baratito. Hay empresarios que llevan tanto tiempo en este juego de licencias que sentencian: No quieren arreglarlo. Después se sobreentienden una serie de presiones que no están en las capitales o grandes ciudades, sino en las poblaciones medianas y pequeñas, donde una radio con trayectoria local es una especia de barco de Chanquete. Sobreviven verano azul tras verano azul.
Al final, te queda una sensación de desamparo, porque parece que la prestación
del servicio de comunicación audiovisual de radiodifusión sonora en ondas métricas con modulación de frecuencia, de carácter comercial en la Comunitat Valenciana, es un puzzle de 10.000 claves, no apta para telecos y mucho menos apta para los que buscan ser puristas o serviles.
Personalmente, no oigo Radio María, ni otras muchas. He llegado a sintonizar 20 emisoras en la ciudad de Alicante y comerciales, lo que se dice comerciales, sólo hay unas 8. Amén de las nacionales. Pero no nos pongamos escrupulosos, la SGAE no lo ha hecho, ni la propia administración, porque para cuando se generó el desastre ya era difícil solucionarlo sin pisar callos. En esta última convocatoria, para 31 licencias se presentaron 462 propuestas de 115 empresas.
Un espacio ordenado sería lo suyo, con su frecuencia, su nombre … para lograrlo es evidente que hacen falta más frecuencias y un plan, además de una base de méritos lo suficientemente abierta y razonable para conjugar lo real y lo empresarial. Ya de paso, y si sirve de idea, hay que ir decidiendo qué se hace con las emisoras por Internet; aunque mucho me temo que hacer algo puede significar intervenir y no voy por ahí, pienso en ordenar y poner unas reglas de juego. Pienso en los oyentes y en nuestros derechos.