Es una sensación que tengo desde hace años y, por favor, que todo el mundo tenga claro que adoro aprender otros idiomas. Es, simplemente, que desde que estoy metida en esto del marketing -MK para los amigos-, noto como mi teoría sobre los términos sajones se refuerza.
Nuestra admiración – ¿o no?- por ir a la moda, el hecho incontestable de que el inglés es la lengua de los negocios y la ciencia y otros muchos otros componentes socioculturales ha hecho que la aceptación de palabras inglesas en nuestro vocabulario esté a la orden del día.
Pongo el ejemplo: Cuando estudié periodismo en Valencia, debíamos aprender a hacer un resumen de prensa, luego fue un recull, más tarde un dossier y ahora un clipping. El caso es que, no puedo explicar porqué, hacemos lo mismo; pero en inglés. Así que cuando empiezo a leer cosas como B2B, branding, engament, inbound, etc. pienso que un día alguien ya no me querrá, sino que me “love you” –laviu para los que no saben inglés y la a me la estiran un poquito cuando la pronuncien.
Vayámonos despidiendo de la doble R o de la J (jota), porque, sepan que en mi barrio, hace años que ya no viven Juan o Juana, sino la Jenny (pronúnciense lleni) o el Johnatan (yónatan). No echo de menos el latín, es que cuando el cuerpo te pilla romano, no puedo evitarlo.