Estoy inmersa en esto del Marketing y si hay una palabra que se repita ese es experiencia. La de compra, la de venta, la que tuviste, la que tienes y la que vendrás. Evidentemente, y a primera vista, guarda ciertas connotaciones sexuales, pero el arte de la venta se ha transformado en el arte de la experiencia.
Cada vez que voy a comprar ya no actúa como consumidora. Me he convertido en una especie de auto CRM. Vamos que me auto analizo y me auto ficho, e incluso, me entran tentaciones de auto enviarme mi mail para luego poder auto enviarme un correo de bienvenida y agradecimiento. ¡Ay, el poder de los datos!
Así que tras una larga y prometedora vida, mi televisión de tubo – con sus más de 20 kilos- dijo adiós recientemente. Rompió la obsolescencia tecnológica con sus más de 15 años de vida y cientos de tardes de domingo mano a mano con el sofá y los libros. Tal pérdida me llevó a buscar una sucesora digna. Búsquedas por Internet, análisis de ofertas dentro de las características que me permite mi salón y el sentido común.
La encontré y, además, había sido una buena semana e hice un extra para conseguir por el presupuesto marcado una Smart TV. Todo estaba listo. Sofá, mantita, mi poleo de la tarde y … ¡zasca! el grupo de televisiones de Mi Tele se ven con Adobe Flash y no podía ver un capítulo atrasado de una serie.
Allí estaba ese rompedor mensaje de advertencia y mi experiencia extrasensorial había sufrido un duro varapalo que sólo mitigó el zapping desmedido y la posibilidad de juguetear un rato con los ajustes de la tele. Fue como un crimen tecnológico similar al que una sufra cuando el móvil deja de funcionar o se muere.
Estoy convencida de que el intrépido equipo de Marketing de Mi Tele ya trabaja en una solución, pero hasta entonces, sepan que me mataron la experiencia y que tendrán que mandarme un mail muy bien redactado para que vuelva.